Restauración, preservación y mercado

Lo que parece ser un signo del presente lustro (2020-2025) es el territorio movedizo en el que se mueve la industria audiovisual. La Covid-19 pulverizó el estado de las cosas para una industria que alcanzaba ya 42 mil millones de dólares en ingresos globales. Cerradas las salas y paralizados los rodajes; la industria pareció llegar a un punto cero y tomar decisiones que presagiaban un cambio de paradigma pero que, muy poco tiempo después, se han convertido en coyunturales. La vuelta a las formas tradicionales ha sido el siguiente cambio de timón que si bien ha sido contenido y cauto, no parece -mascarillas a un lado-, que vaya a desecharse con tanta facilidad como se pensó en el pasado reciente. Todavía menos, cuando al paso de una pandemia ha sobrevenido una crisis energética y una guerra con efectos mundiales. Los gobiernos intentan contener las sombras de la recesión económica, pero la recesión avanza por más que los líderes globales maquillen su existencia.
A la fecha, el mercado audiovisual y puntualmente el de las plataformas, da un paso adelante que es también irónicamente un paso atrás. Como Twitter, Meta (antes Facebook), Spotify y muchas otras compañías del espectro digital, Netflix, Amazon, HBO Max / Discovery, Disney + han tomado una serie de decisiones que buscan hacer frente al nuevo escenario económico. Aun más apremiante en tanto que el crecimiento en número de suscriptores ha frenado y en algunos casos retrocedido.
La incorporación de la publicidad parece ser la más relevante de todas ellas. Si bien ya existían modelos de este tipo en Estados Unidos (con versiones de Amazon Prime Video y HBO Max), Netflix ya promueve (desde el pasado 10 de noviembre) una versión más económica de suscripción -4,90 euros-, con publicidad incorporada. No será la única.
El gigante de los gatos y abanderado en la batalla de las plataformas también experimenta con un ejercicio de cuentas compartidas que abaraten su marca en América Latina. Aún así, la estrella de este nuevo ciclo es la incorporación de publicidad entre visionados.
Una medida que probablemente seduzca a no pocos anunciantes, quienes tendrán que valorar el coste de su inversión tomando en cuenta que, en tiempos de crisis si algo retrocede también, es la inversión publicitaria.
Si ello favorecerá la incorporación de nuevos suscriptores, está por verse. La migración de los mismos de sus cuentas ahora “Premium” a un modelo más barato es una opción. Otra, darse de baja en el número de plataformas adquiridas para conservar al menos en alguna de ellas los privilegios del modelo hasta ahora tradicional.
Mientras, los recortes de nóminas y contenidos también han comenzado. En algunos casos por el impacto de las fusiones. En otros, por privilegiar un mercado sobre otro. En Europa, la retirada de estudios y plataformas ya es un hecho. HBO Max y Lions Gate + ya hicieron las maletas de gran parte del territorio. La cancelación y redistribución de contenidos también.
En ese contexto, echar mano de films y seriados de éxito de otros años, décadas y en esencia clásicos es una de las estrategias más relevantes de cara a la oferta. Algo que ya fue notorio en los meses críticos de 2020, pero que ha constituido una estrategia que ya se muestra sólida en Amazon Prime, Netflix y Disney + (cuyo catálogo propio además de valioso, es más que desmesurado). Ni se diga en plataformas más locales como Filmin (España), cuya incorporación de catálogos de los grandes estudios no sólo amplía títulos, sino que adquieren una relevancia y relectura tomando en cuenta su perfil.
Estos contenidos y más representan cientos de miles de millones de horas consumibles, descargables, vistas o por verse, por ser descubiertas aún por nuevos y viejos públicos. No se trata ya exclusivamente del cine y televisión de estudios, sino del cine independiente, del cine y televisión de cientos de miles de cadenas alrededor del mundo que no se encuentran en el circuito de Hollywood. Cadenas regionales, especializadas o generalistas. Filmografías de países en desarrollo o desarrollados que siguen sin ser distribuidas a gran escala. De contenidos generados por instituciones y organismos públicos y privados en todo el mundo. De contenidos en formatos serializados, largometrajes y cortometrajes -un mundo por explorar en todas sus posibilidades: ficción, documental, animados o artes visuales-.
Realities, tutoriales, informativos, noticiosos, entrevistas y variedades todo ello converge en este momento. Y aunque algunos podrían catalogarlo como mercado de la nostalgia, no lo es. Ha quedado más que claro tras la muerte de Elizabeth II y durante los días que duró su funeral, la importancia de los archivos audiovisuales.
Imágenes utilizadas por los telediarios de todo el mundo, series y documentales sobre la soberana más longeva del siglo XX, sobre la familia real e incluso sobre la realeza en general. Largometrajes de ficción, todos al unísono, revisando y contando la vida y momentos de la monarca y su entorno.
En una pequeña sala del Museo de la Historia de Valencia, el visionado de pequeños films, ese registro de la realidad que constituyó el No-Do en España, -un archivo de más de 4 mil contenidos-, atrae cual hipnotizados a los espectadores y/o visitantes que se acercan al lugar, quienes dan una mirada al pasado en esas pequeñas historias.
En 2020, la distribuidora española A Contracorriente Films sumaba 70 clásicos a su catálogo para el mercado local. A comienzos de Mayo de 2022, Martin Scorsese a través de la Film Foundation puso a disposición de los espectadores (el segundo lunes de cada mes) The Film Foundation Restoration Screening Room, plataforma de visionado gratuito para clásicos del Séptimo Arte. En Francia, Gaumont Classique de Gaumont hace lo propio con sus joyas cinematográficas.
Los festivales de cine, preocupados por el futuro del Patrimonio Audiovisual han construido una tradición de exhibiciones y recuperación de obras que ponen en relevancia un mensaje: la obra audiovisual tiene una larga vida.
El proyecto Heritage Film del festival de Locarno ha dado forma a una red que permite construir un camino para la distribución de estas películas.
La existencia de las plataformas y su necesidad de contenidos, aún más desde la pandemia, han terminado también por hacer de ese espacio y ciclo de vida de una producción audiovisual, una realidad sin dudas. Ya no se trata de una segunda vida, sino de una vida que no acaba. De allí la importancia de su restauración, preservación y actualización.
El modelo de ventanas de exhibición dejó claro hace mucho tiempo el espacio vital que subyacía para los contenidos cinematográficos o serializados que habían cumplido su primer ciclo. Es bastante evidente la importancia que reviste para las cadenas en abierto. Proyectos como The Criterion Collection para el “home cinema”, TCM para el SVOD o el extinto Filmstruck, MUBI y el reciente The Criterion Channel para el tiempo de las streamings demuestran que existe un nicho para este tipo de contenido altamente rentable.
En el territorio de las VOD las anteriores no son las únicas en existencia. Se reproducen en diversidad de territorios como propuestas locales y por supuesto, otro punto de acceso lo constituyen las grandes majors que ofrecen este contenido.
Dueñas de los derechos de un número inabarcable de títulos, que siguen vivos en una emisión tras otra, en un visionado tras otro. Que alientan sagas y nuevas versiones y que se empacan bajo el paraguas de colecciones; el cine, las series, los contenidos audiovisuales encuentran espectadores en cada nueva generación y en cada nueva forma de consumo. Su mercado, lejos de desaparecer, parece estar más vigente que nunca.